“Sin la paciencia no se crece”, el Papa este lunes
(RV).- (Con audio y video) “La paciencia no es
resignación, es otra cosa”: el Papa comentó la carta de Santiago donde está escrito:
“alégrense profundamente cuando se vean sometidos a cualquier clase de pruebas”. “Parece
una invitación a volverse faquir” – observó – pero no es así. La paciencia, soportar
las pruebas, “las cosas que nosotros no queremos”, hace “madurar nuestra vida. Quien
no tiene paciencia quiere todo de inmediato, todo de prisa. Quien no conoce esta sabiduría
de la paciencia – subrayó el Santo Padre - es una persona caprichosa, como los niños
que son caprichosos” y ninguna cosa les está bien. “La persona que no tiene paciencia
– explicó - es una persona que no crece, que se queda en los caprichos del niño, que
no sabe tomar la vida como viene: o esto o nada. Ésta es una de las tentaciones: volverse
caprichosos”. “Otra tentación de aquellos que no tienen paciencia – afirmó el Pontífice
- es la omnipotencia” de querer de inmediato una cosa, como sucedió a los fariseos
que piden a Jesús un signo del cielo: “querían un espectáculo, un milagro”:
“Confunden
el modo de actuar de Dios con el modo de actuar de un brujo. Y Dios no actúa como
un brujo, Dios tiene su modo de ir adelante. La paciencia de Dios. También Él tiene
paciencia. Cada vez que nos dirigimos al sacramento de la reconciliación, ¡cantamos
un himno a la paciencia de Dios! Con cuánta paciencia el Señor nos lleva sobre su
espalda, ¡con cuánta paciencia! La vida cristiana debe desenvolverse sobre esta música
de la paciencia, porque es precisamente la música de nuestros padres, del pueblo de
Dios, de aquellos que han creído en la Palabra de Dios, que han seguido el mandamiento
que el Señor había dado a nuestro padre Abraham: ‘Camina en mi presencia y sé irreprensible’”.
El pueblo de Dios – constató el Obispo de Roma citando la Carta a los
Hebreos – “ha sufrido tanto, han sido perseguidos, asesinados”, pero tuvo “la alegría
de saludar desde lejos las promesas” de Dios. “Ésta es la paciencia” que “nosotros
debemos tener en las pruebas: la paciencia de una persona adulta, la paciencia de
Dios” que nos lleva sobre la espalda. Y ésta – prosiguió - es “la paciencia de nuestro
pueblo”:
“¡Cuán paciente es nuestro pueblo! ¡Aún hoy! Cuando vamos a las
parroquias y encontramos a aquellas personas que sufren, que tienen problemas, que
tienen un hijo minusválido o tienen una enfermedad, pero llevan adelante la vida con
paciencia. No piden signos, como aquellos del Evangelio, que pretendían una señal.
Decían: ‘¡Danos un signo!’. No, no piden, pero saben leer los signos de los tiempos:
saben que cuando el higo florece, llega la primavera; saben distinguir aquello. En
cambio, estos impacientes del Evangelio de hoy, que querían una señal, no sabían leer
los signos de los tiempos, y por eso no reconocieron a Jesús”.
Francisco
finalizó su homilía alabando a la “gente de nuestro pueblo, gente que sufre, que sufre
tantas, tantas cosas, pero que no pierde la sonrisa de la fe, que tiene la alegría
de la fe”:
“Y esta gente, nuestro pueblo, en nuestras parroquias, en nuestras
instituciones - tanta gente – es aquella que lleva adelante a la Iglesia, con su santidad,
de todos los días, de cada día. ‘Hermanos, alégrense profundamente cuando se vean
sometidos a cualquier clase de pruebas, sabiendo que la fe, al ser probada, produce
la paciencia. Y la paciencia debe ir acompañada de obras perfectas, a fin de que ustedes
lleguen a la perfección y a la madurez, sin que les falte nada.’ (Sant 1, 2-4). Que
el Señor nos dé a todos nosotros la paciencia, la paciencia alegre, la paciencia del
trabajo, de la paz, nos de la paciencia de Dios, ésa que Él tiene, y nos de la paciencia
de nuestro pueblo fiel, que es tan ejemplar”. (RC-RV)