(RV).- (Actualizado con audio y video) “Una fe que no da
fruto en las obras no es fe”. Fue la afirmación con la que el Papa Francisco inició
la homilía de la Misa presidida esta mañana en la Casa de Santa Marta. El mundo está
lleno de cristianos que recitan demasiado las palabras del Credo y las practican poco.
O de eruditos que encasillan la teología en una serie de posibilidades, sin que esa
sabiduría tenga luego reflejos concretos en la vida. Es un riesgo que hace dos mil
años Santiago había ya temido y que el Papa retomó hoy en su homilía, comentando el
pasaje en el que el Apóstol habla de ello en su Epístola. “Su afirmación – observó
– es clara: la fe sin fruto en la vida, una fe que no da fruto en las obras, no es
fe”:
“También nosotros nos equivocamos muchas veces sobre esto: ‘Pero yo
tengo tanta fe’, escuchamos decir. ‘Yo creo todo, todo…’. Y tal vez esta persona que
lo dice tiene una vida tibia, débil. Su fe es como una teoría, pero no está viva en
su vida. El Apóstol Santiago, cuando habla de fe, habla precisamente de la doctrina,
de aquello que es el contenido de la fe. Ustedes pueden conocer todos los mandamientos,
todas las profecías, todas las verdades de fe, pero si esto no se pone en práctica,
no lleva a las obras, no sirve. Podemos recitar el Credo teóricamente, también sin
fe, y hay tantas personas que lo hacen así. ¡También los demonios! Los demonios conocen
muy bien aquello que se dice en el Credo y saben que es Verdad”.
Las palabras
del Santo Padre resuenan en la aserción de Santiago: “¿Tú crees que hay un solo Dios?
Haces bien; también los demonios lo creen y tiemblan”. La diferencia, agregó el Papa,
es que los demonios “no tienen fe”, porque “tener fe no es tener un conocimiento”,
sino “recibir el mensaje de Dios” traído por Cristo.
En el Evangelio – prosiguió
el Pontífice – se encuentran dos signos reveladores de quien “sabe aquello que se
debe creer, pero no tiene fe”. El primer signo es la “casuística”, representado por
aquellos que preguntaban a Jesús si fuese lícito pagar los impuestos o cual de los
siete hermanos del marido habría tenido que casarse con la viuda. El segundo signo
es “la ideología”:
“Los cristianos que piensan en la fe como un sistema
de ideas, ideológico: existían también en tiempos de Jesús. El Apóstol Juan dice de
ellos que son el anticristo, los ideólogos de la fe, de cualquier tipo sean. En aquel
tiempo existían los gnósticos, pero habrá tantos otros… Y así, estos que caen en la
casuística o aquellos que caen en la ideología son cristianos que conocen la doctrina
pero sin fe, como los demonios. Con la diferencia que unos tiemblan, los otros no:
viven tranquilos”.
Al contrario, recordó Francisco, en el Evangelio hay
también ejemplos de “personas que no conocen la doctrina pero que tienen mucha fe”.
El Obispo de Roma citó el episodio de la Cananea, que con su fe consigue la sanación
para su hija, víctima de una posesión, y la Samaritana que abre su corazón porque
– dijo el Papa “encontró no verdades abstractas”, sino a “Jesucristo”. Y también el
ciego sanado por Jesús y que por este motivo es interrogado por los fariseos y los
doctores de la Ley hasta que se arrodilla con humildad y adora a quien lo ha sanado.
Tres personas que demuestran cómo la fe y el testimonio sean indisolubles:
“La
fe lleva siempre al testimonio. La fe es un encuentro con Jesucristo, con Dios, y
de allí nace y te lleva al testimonio. Es esto lo que el Apóstol quiere decir: una
fe sin obras, una fe que no te involucre, que no te lleve al testimonio, no es fe.
Son palabras y nada más que palabras”. (RC-RV)